En una institución académica es posible que nos inviten a una conferencia (completamente) gratuita y se nos exija asistir (puntualmente) a las 7.00 p. m. Cuando estemos en el auditorio se nos pida que esperemos un(os) (breves) instante(s), después se nos brinde un saludo (de bienvenida) y nos informen (por adelantado), que los participantes (presentes) que redacten (por escrito) un (breve) resumen con las conclusiones (finales) (al término) de la ponencia, recibirán un premio (muy) (especial).
Como hemos observado, las palabras presentadas entre paréntesis no aportan nada en la significación, pues están sobreentendidas y son redundantes.
El DRAE define la redundancia (del lat. redundantĭa) como “sobra o demasiada abundancia de cualquier cosa o en cualquier línea. // Repetición o uso excesivo de una palabra o concepto. // Cierta repetición de la información contenida en un mensaje, que permite, a pesar de la pérdida de una parte de este, reconstruir su contenido”.
Es redundante el empleo de palabras con conceptos semejantes: (vuelvo a) reiterar, repetir; insistir (de nuevo), caminar (a pie), suele (a menudo), a la (misma) vez, recordar (de memoria), hijo (primogénito), coordinadas (entre sí), vigente (en la actualidad).
También incurrimos en redundancia al agregar palabras cuyos significados están implicados en otras: lapso (de tiempo), hace cuatro años (atrás), hemorragia (de sangre), erario (público), hijo (varón), jauría (de perros), rebaño (de ovejas), cardumen (de peces), subrayó (debajo), un error (no intencional), constelación (de estrellas), resultados (alcanzados), regimiento (de soldados), (color) azul, volar (por el aire), (proceso de) aprendizaje, kilogramos (de peso), reafirmar (otra vez), abismo (sin fondo), migaja (de pan), (breve) síntesis.
Similar situación se presenta con el uso de adjetivos cuyos significados están comprendidos en el sustantivo: plan (futuro), (pequeña) casita, crisis (seria), (falso) pretexto, a la (mayor) brevedad (posible), mi opinión (personal), (nueva) iniciativa, partitura (musical), hecho (real), (pasada) experiencia, peligro (potencial), resultado (final), memorando (interno), (propia) autoestima, abstinencia (total); igual ocurre con algunas palabras adverbializadas: (completamente) desnudo, (totalmente) gratis.
Es notoria la torpeza de las frases “bajó hacia abajo”, “entró adentro”, “salió afuera” y “subió para arriba”, errores que se pueden evitar si precisamos el destino: bajó al sótano, subió a la biblioteca, salió al patio, entró a la oficina. Una redundancia escandalosa es usar adverbios que significan aumento en palabras con conceptos absolutos: (muy) esencial, (muy) primordial, (más) menor, (más) mejor, (más) superior.
Pero o sin embargo, nunca o jamás
Hace varios años, durante un periodo electoral, Fernando Olivera fue criticado por usar la escena de la famosa “patadita” en la campaña televisiva contra Alan García, porque resultaba ofensiva para la víctima el recordarle aquella afrenta. Olivera dijo entonces: “Esa es una imagen real, pero sin embargo, vamos a considerar su retiro”.
La palabra “pero” es una conjunción adversativa y se utiliza para unir proposiciones breves. (Fui al teatro, pero no hubo función). El conector “sin embargo” es igualmente adversativo y se emplea generalmente para unir proposiciones extensas. (El rol de los medios de comunicación es educar a la población a través de la información objetiva, la opinión comprometida y una apertura democrática; sin embargo, en nuestro país ese rol parece una fantasía). Por tanto, es erróneo emplear “pero sin embargo” porque cada elemento significa lo mismo; igualmente sucede con la combinación “nunca jamás” que a veces escuchamos (Iré a la fiesta, pero con él nunca jamás).
Un amigo (personal)
Dice el periodista español Álex Grijelmo (2004, pp. 39-40): “Algunas palabras tienen un significado completo, contundente, que apenas admite matices cuando se pronuncian solas. Decimos ‘amigo’ y con eso está todo expresado. ‘Cristina y Javier son mis amigos’, por ejemplo. [...] ‘Emma, Carmen, Elena, Lola y Montse son mis amigas.’ Pueden cambiar los nombres, pero la palabra se afirma hermosa en cada una de sus sílabas”. Y concluye: “Ahora oímos continuamente que Fulano es ‘amigo personal’ de Mengano, como si un amigo no fuera personal. Y eso es un peligro. Si dejamos de creer en la palabra amigo, si empezamos a adjetivarla, algún día dejaremos de creer en la amistad”.
La redundancia es un vicio de expresión que puede ser identificado si conocemos el significado de las palabras y organizamos enunciados donde cada una sea necesaria y cumpla su función con plenitud.
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Grijelmo, Á. (2004). La punta de la lengua. Críticas con humor sobre el idioma y el diccionario. Madrid: Aguilar.
Paizy, G. (2006). Redundancias. Recuperado de www.ciudadseva.com/enlaces/redunda.htm
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